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Publicado el 25 agosto, 2025

Arde Bogotá en Son Fusteret

Arde Bogotá + Michael Foster + Butxe & Antarctic en Son Fusteret · Mallorca Music Magazine

Palma, sábado 23 de agosto de 2025

Épica entre el veneno y la salvación

Por Carlos Fernández
Nena Carbonell (ver galería)

Son Fusteret acogió el pasado sábado un concierto colosal de dos horas en el que Arde Bogotá Antonio García (voz y guitarra), Dani Sánchez (guitarra), Pepe Esteban (bajo), José Ángel Mercader (batería) y Pedro Quesada (guitarra)— firmaron un viaje musical y emocional que confirmó su estatus como una de las grandes bandas de rock del país.

La noche comenzó con Michael Foster, que con su propuesta de pop rock teñido de funk calentó el ambiente durante algo más de media hora. Uno de los momentos más aplaudidos llegó con su animada y bailable versión de “La bamba”, ante la cual gran parte del público no pudo resistirse a mover las caderas. Una introducción perfecta para preparar a un público que sabía que lo que venía después iba a ser grande.

Pero el inicio se alargó más de lo esperado: mientras algunas informaciones señalaban las 21:30 como hora de inicio, no fue hasta pasadas las diez de la noche cuando los cartageneros aparecieron en escena. Antes, en las pantallas, un coche avanzaba por un desierto polvoriento, un road trip con estética de Oeste americano pero con acento murciano que marcaba la atmósfera de lo que estaba por llegar.

Del veneno a la salvación

“Este es un viaje desde el veneno a la salvación” dijo García, y lo que sucedió después se ajustó con exactitud a esa promesa. Dos horas de intensidad en las que la banda repasó sus orígenes y celebró su presente, conscientes de que ya forman parte de la historia reciente del rock en español.

El propio cantante recordaba, entre emoción y humor, su primera visita a la isla (una visita post pandémica, la cual tenemos documentada en Mallorca Music Magazine): “Hará cosa de unos años tocamos delante de unas 25 personas… hoy somos mucho más de 25 amigos, y eso no es solo gracias a nosotros, sino a toda la gente que hace esto posible”. Después añadió: “Una de las suertes que tenemos es que en este viaje que estamos viviendo se nos está uniendo gente increíble”. Y no tardó en demostrarlo presentando a un octeto de cuerdas que los acompañó en cuatro canciones.

El protagonismo de esas cuerdas, que si bien en algún tema quedaron tapadas por el sonido potentísimo de la banda, alcanzó su cénit en “Copilotos”. El tema arrancó con una acústica y la voz desnuda de Antonio, sostenida apenas por los violines, en una interpretación que fue creciendo en intensidad hasta la explosión final con toda la banda. Una auténtica cima emocional, la guinda perfecta para una propuesta que ya de por sí rebosa épica y exceso.

Una puesta en escena de otro nivel

Arde Bogotá no solo suena grande, también se ve grande. Su propuesta audiovisual estuvo a la altura de la magnitud del concierto: sobre el escenario, una luna fue cambiando de fase, convirtiéndose en eclipse, acompañando cada momento del recital como un personaje más. Tras “Qué vida tan dura”, las pantallas y la disposición escénica transformaron el escenario en una vieja estación de servicio, como sacada de una película de carretera americana. Imágenes y símbolos que reforzaron la narrativa de viaje que atraviesa todo el espectáculo.

En los conciertos de Arde Bogotá, la intensidad trasciende al salto festivalero habitual. Aquí, la comunión es otra: cantar a pleno pulmón con la mano en el pecho, convertir cada tema en un himno compartido. Así sucedió con la colosal, inmensa, exigente e inabarcable La Torre Picasso”, coreada como si fuese la banda sonora de toda una generación. O con “La salvación”, que se vivió como uno de los momentos más emotivos de la noche, con buena parte del público cantando entre abrazos y ojos vidriosos.

Pero también hubo lugar para la rabia desatada de “Los perros”, con García lanzando su voz como un golpe seco contra la multitud. Y, cómo no, para el baile: antes del cierre definitivo, avisó con sorna: “Nos despedimos y nos vamos a ir como yo os diga, bailando nuestra canción de mierda”. Y así fue. Con “Cariño”, Antonio se lanzó al público, entre saltos, risas y un baño de multitudes que convirtió Son Fusteret en una fiesta catártica.

Un concierto irrepetible y un viaje que continúa

Canta La MODA —grupo con el que, por cierto, al menos dos miembros de Arde Bogotá comparten estilismo—: “No te olvides de dónde vienes”. Lo de anoche en Son Fusteret no fue solo un recuerdo de los inicios de Antonio, Dani, Pepe, José Ángel y Pedro. Fue una celebración del presente, un agradecimiento al camino recorrido y, sobre todo, la confirmación de que el futuro que les espera a estos chavales de Cartagena no parece tener límites.

Arde Bogotá firmó un espectáculo de esos que se cuentan con orgullo haber vivido, una experiencia que unió a miles de gargantas en un viaje que, del veneno a la salvación, quedará grabado en la memoria de Mallorca.

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Cinéfilo que ha descubierto otro placer en la música en directo. Amante de la fotografía, de las primeras filas y de gritar las canciones hasta quedar afónico.

Dinamitzadora cultural, apassionada de la música, l’art i la comunicació. Redactora, fotògrafa i col·laboradora de diferents mitjans de comunicació escrits de l’illa des del 2007. Ha realitzat diferents exposicions fotogràfiques de sensibilització social a l’illa.

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